viernes, 20 de abril de 2012

LA MÚSICA AMBIENTAL DE CONSUMO OBLIGATORIO EN CENTROS DEPORTIVOS PÚBLICOS ATENTA CONTRA DERECHOS CIUDADANOS


CON DINERO PÚBLICO NO DEBEN PAGARSE DERECHOS DE AUTOR DE UN PRODUCTO QUE NO GUARDA RELACIÓN ALGUNA CON EL SERVICIO QUE SE PRESTA

La música ambiental es un producto comercial para su consumo más o menos pasivo, y por cuya difusión deben pagarse derechos. Es un producto que no guarda relación directa y necesaria con el servicio que se presta en las instalaciones deportivas (salvo en casos especiales como el aerobic, pero en ese caso ya no es música "ambiental", sino de consumo activo), Por tanto, no tiene sentido pagar esos derechos con dinero público.

(Lógicamente, si se emitiese sin pagar esos derechos se estaría incurriendo en ilegalidad).


¿CÓMO SE ESCOGE LA EMISORA?

Una emisora de radio, o una empresa discográfica son empresas privadas. Cuando se escoge una de ellas para emitir sus contenidos en un recinto público, está teniendo lugar una concesión a una empresa privada para un servicio público. En una concesión de ese tipo debe estar ,en primer lugar, muy clara la finalidad que se persigue con ella. Y, en segundo lugar, escoger entre las empresas del sector la mejor oferta, siguiendo los procesos habituales de contratación pública.

Como decíamos en el apartado anterior, la música ambiental no guarda relación con el deporte. No se entiende para qué debería hacerse una concesión semejante.


EN UN SERVICIO PÚBLICO NO PUEDEN SEGMENTAR A LOS CIUDADANOS SEGÚN SUS GUSTOS MUSICALES. EL SERVICIO ES PARA TODOS LOS CIUDADANOS POR IGUAL, Y NO PUEDE INTRODUCIRSE NINGÚN TIPO DE SESGO SELECTIVO.

Muchos establecimientos comerciales utilizan la música ambiental como una forma sutil de atraer deliberadamente a clientes de un determinado perfil, o para rechazarlos. Pero un centro público está al servicio de todos los ciudadanos. Ningún producto comercial es del agrado del todo el mundo, y la mera presencia de música ambiental, al margen de su clase, como producto comercial que es, molesta a una parte importante de la población. Al escoger un tipo concreto de música se produce una segunda segmentación ulterior. De alguna manera, la presencia de música ambiental es una forma sofisticada de establecer discriminación de las personas. Discriminación especialmente gratuita desde el momento en que, como decíamos, es un producto que no guarda relación con el servicio prestado.

LA MÚSICA AMBIENTAL EN UN CENTRO DEPORTIVO PÚBLICO SUPONE SOMETER AL USUARIO AL CHANTAJE DE TENER QUE CONSUMIR UN PRODUCTO COMERCIAL (no relacionado) PARA PODER ACCEDER A UN SERVICIO PÚBLICO.

La música ambiental es un producto comercial, de eso no cabe duda (por eso deben pagarse derechos para poder consumirla). No puede someterse al ciudadano al chantaje de tener que consumir un producto comercial, cualquiera que sea su naturaleza, como condición "sine qua non" para poder acceder a un servicio público, sea el que sea. Máxime cuando no guarda relación con el servicio prestado. En ese caso la imposición es particularmente arbitraria y totalitaria.



LA MÚSICA AMBIENTAL NO ES IDEOLÓGICAMENTE NEUTRA. LAS EMISORAS DE RADIO PROMUEVEN MEDIANTE LA PUBLICIDAD INTERESES PRIVADOS, Y MEDIANTE SUS CONTENIDOS (MUSICALES O DE OTRO TIPO) ACTITUDES Y VALORES FAVORABLES A SUS INTERESES. LA EMISIÓN PARA SU CONSUMO FORZOSO EN CENTROS PÚBLICOS SUPONE "IDEOLOGIZACIÓN OBLIGATORIA" EN ELLOS. LOS ESPACIOS PÚBLICOS DEBEN SER "IDEOLÖGICAMENTE NEUTROS".



La música, como saben muy bien los expertos, transmite de forma sofisticada fuertes y variados valores simbólicos. La industria discográfica gasta enormes sumas de dinero en desarrollarlos. No es lo mismo poner rock duro que salmos religiosos. Las emisoras de radio, como empresas privadas que son, promueven en sus contenidos los valores y actitudes que son convenientes para sus intereses, tanto a corto como a largo plazo. Intereses que pueden ser, además de económicos, de tipo político o ideológico.

Esas emisiones en lugares públicos como puede ser un pabellón deportivo somete al usuario a un doble chantaje. Por un lado el de tener que consumir productos comerciales como son la publicidad o la música. y por otro, el de tener que ser, a más largo plazo, sometido a un proceso de ideologización para acceder a un servicio público.

Esa influencia ideológica es muy bien percibida por los inmigrantes y por personas pertenecientes a culturas minoritarias o diferentes a aquellas simbolizadas en el contenido sonoro. Un musulmán podría preferir tener "de fondo" cánticos de salmos coránicos, o una católica practicante podría querer sintonizar alguna emisora religiosa. Para un adulto puede resultar una tortura tener que soportar música para adolescentes, y viceversa.

El espacio público debe ser "acústicamente neutro" en ese sentido. Un pabellón público deportivo tendrá que ser usado por personas de diferente extracción social, de diferente cultura, de diferente edad o de diferente religión sin ser sometido a "símbolos sonoros" que sólo tengan determinado sentido para una parte concreta de la sociedad. La influencia de esos productos sonoros va mucho más allá de la mera contaminación acústica (que también molesta a muchas personas, especialmente los mayores).




LA MÚSICA AMBIENTAL NO SÓLO NO TIENE NADA QUE VER CON EL DEPORTE; SINO QUE ESTORBA Y DIFICULTA SU PRÁCTICA SERIA.

La música ambiental es una forma de distracción: No tiene sentido ponerla, por ejemplo, en un pleno municipal o en un aula. En general, la música se pone en situaciones lúdicas, y no tiene sentido cuando se desarrolla una actividad seria. El deporte es una actividad seria. En la clases académicas de Educación Física no tiene sentido poner música ambiental, de la misma manera que no tiene sentido ponerla en las clases de Matemáticas. Prácticar deporte consiste no solamente en determinados ejercicios físicos, sino también en el desarrollo de actitudes psicológicas serias. Esto es evidente en el caso de la competición profesional. Ningún deportista se distrae con música ambiental mientras se prepara concienzudamente para un campeonato. Pero también los aficionados tienen el derecho a tomarse sus prácticas deportivas tan en serio como estimen oportuno, sin que ningún elemento externo les obligue a una trivialización forzosa. Un gimnasio tiene más de aula que de discoteca, en cuanto a lo que debe ser la actitud mental del usuario.

Algunas personas toman el deporte como un entretinimiento, a menudo como un recurso para socializarse con otras. O sea, utilizan el deporte no como un fin en sí mismo, sino como un medio para otros objetivos no relacionados. Están en su derecho, pero la finalidad de los centros deportivos públicos no es esa. Si esas personas quieren entretenerse escuchando música mientras practican deporte (descuidando así la importante componente psicológica de la que hablan los expertos) , están en su derecho mientras con ello no fuercen a hacerlo a los demás. Pueden usar "mp3" con auriculares. Otras personas podrían decidirse por otras formas de entretenimiento mientras hacen deporte. Por ejemplo, leer un libro o una revista mientras usan una bicicleta estática. Descuidarían igualmente el aspecto psicológico del deporte, pero sería su problema y su decisión al menos no molestaría a nadie.

SI LA MÚSICA AMBIENTAL SE OFRECE COMO "VALOR AÑADIDO", DEBE DARSE OPCIÓN A SU RECHAZO. EN CASO CONTRARIO, NO DEBE OFRECERSE.

Existen muchas ocasiones en las que se nos ofrece un producto que no guarda relación necesaria con el solicitamos. Por ejemplo, cuando pedimos un vino y nos ofrecen un pincho con él. Pero en todas ellas, el consumo de ese segundo producto no puede hacerse obligatorio, sino que debe mantenerse la opción a rechazarlo.

Es probable que cuando se ofrezca un pincho para acompañar a un vino, la mayoría de la gente lo tome, libremente. Pero ello no daría derecho al hostelero a diseñar un mecanismo o procedimeinto que forzase a tomarlo también al que no lo desea. De la misma manera, es probable que haya personas que agradecerían música de entretenimiento para hacer deporte. Pero si se quiere facilitar esa opción, debe mantenerse la opción a rechazarla. Por ejemplo, estableciendo una separación física eficaz entre dos lugares, en uno de los cuales hubiese música ambiente, y en otra no. De no poder hacerse, debe priorizarse el "estado natural de las cosas" , esto es, la ausencia de música ambiental.


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ALGUNAS REFLEXIONES ULTERIORES




LA MÚSICA DEBE TENER UN MOTIVO PARA SER ENCENDIDA, NO PARA SER APAGADA. LOS ESPACIOS PÚBLICOS DEBEN SER UNA BARRERA A LA INVASIÓN MUSICAL SIN SENTIDO. COMPARACIÓN CON LA RELIGIÓN.


La música siempre fue una forma de implantar en un lugar y momento una actitud mental lúdica o de "salida de la rutina". Desde siempre, se ha usado la música para las fiestas, celebraciones, y todas aquellas situaciones en las que por alguna razón prentedía dejarse en suspenso la vida cotidiana y sus reglas. Pero esos actos festivos siempre estuvieron circunscritos en el espacio y en el tiempo, y siempre hubo un motivo en ellos, un sentido. La música necesitaba de un motivo justificado para su presencia.

En la actualidad, la música ya no saca a nadie de la rutina porque a ella misma la han convertido en rutina. Está encendida en todas partes y a todas horas, y las personas se ven obligadas a su consumo forzoso. Su ubicuidad la ha hecho "obligatoria". Música obligatoria es, en el fondo, una especie de contradicción en sus propios términos. La música obligatoria no es verdadera música, como la lectura obligatoria no es verdadera lectura, o el juego obligatorio no es verdadero juego.

Esa obligatoriedad práctica en el consumo de música ambiental esta siendo ya cuestionada en muchos países avanzados incluso en los contextos comerciales, pues ha alcanzado tal grado de saturación que cada vez más personas optan por su rechazo. Pero los lugares y contextos que dependan de la adminitsración pública deberían ser inmunes a ese tipo de invasión. Parece evidente que no tiene sentido la música ambiental en un aula, en un pleno municipal o en una sala de juicios. Pero esa evidencia debe extenderse a todos los lugares públicos, pues deben ser inmunes a "modas comerciales".

En el pasado, la religión ocupó una parte tan significativa de la vida de las personas que invadió la esfera de las instituciones públicas hasta confundirse con ellas. Costó mucho esfuerzo su separación. En la actualidad, parece pasar algo parecido con ciertos aspectos "religiosos" de la vida comercial , como es la presencia eterna e incuestionable de hilo musical, y ahora, de una segunda invasión como son las pantallas de televisión. Cuestionar la presencia de esos elementos en los contextos comerciales suena a herejía, como era herejía en otro tiempo sujerir la retirada de crucifijos. Pero los representantes públicos deben de tener muy claro la línea divisoria entre lo comercial y lo público. Y, si no son capaces de establecer la diferencia y actuar en consecuencia, no merecen ser representantes públicos, y los ciudadanos deben retirarles su apoyo.
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COMO DEFENDERSE DE LAS PERSONAS QUE PRETENDEN IMPONER A LOS DEMÄS SU MÚSICA AMBIENTAL

Muchas personas han desarrollado una dependencia del consumo de música ambiental , y sufren de un curioso "síndrome de abstinencia" si no la escuchan. De forma similar a como sucede con otras adicciones, no disfrutan del consumo de esa música, pero sufren de síndrome de abstinencia si les falta.
Estás son algunos de sus argumentos habituales, cuando se les piden que la apaguen, con algunas maneras de hacerlos caer por su propio peso.

-" Puede ponerse baja, Si está baja, es como si no se oyera". Muchas de esas personas argumentan que si la música está baja es como si no estuviera. Pero uno puede entonces apagarla y decir "Si está apagada, es como si estuviera baja". Parece lógico: Si estando baja es como si estuviera apagada, entonces estando apagada es como si estuviera baja. Dicho de otra forma: Si una persona que quiere oir la música puede darse por satisfecha aunque está muy baja, otra persona que no quiere oírla puede sentirse molesta aunque esté muy baja. La diferencia entre baja y apagada es percibida igualmente en ambos casos, pero cada uno de ellos le da a esa diferencia el sentido que quiere.

-"Es como el ruido de los coches". Obviamente , no tiene nada que ver el ruido de los coches y el resto de los sonidos naturales del entorno con la música o los contenidos que puedan salir de un altavoz. Como decíamos al principio, estos últimos son mucho más que sonidos, son productos sonoros. Pero puede argumentársele lo siguiente. "Si me dice usted que es igual que el ruido de los coches, apague entonces la música. Ya tiene usted el ruído de los coches para ambientarse".

-"Es usted un anticuado". Muchas personas, especialmente jóvenes, ponen música ambiental porque les parece más "moderno" que no ponerla. Obviamente es un argumento totalmente intrascendente, pero siempre ha tenido su fuerza en la práctica, en forma de "chantaje emocional". Muchísimas personas empezaron a fumar para sentirse "modernas", y es sabido que ese es un típico argumento que utilizan los traficantes para enganchar a los jóvenes a las drogas. Sin llegar a esos extremos, muchas personas consideran "anticuado" no llevar un tatuaje o un "piercing". Afortunadamente, se pueden llevar esas "modernidades" sin tener que imponerlas a quienes no las ven como tales, o sencillamente no tienen interés en ellas. De la misma manera que a muchos jóvenes la piel "natural" , tal como es, les parece "anticuada", el "mundo real", sin el "tatuaje acústico" de la música ambiental , les parece "anticuado". Lógicamente, lo que debe responderse a eso, es que no puede ser obligatorio ser "moderno" en ningún sentido, y tampoco hay por qué compartir el concepto de lo que algunas personas entiendan por "moderno". Especialmente,no puede obligarse a nadie a ser "moderno" para acceder a servicios públicos.
La música ambiental impuesta es percibida cada vez más como un ataque a la libertad de las personas, y su rechazo consciente crece cada día en todo el mundo. Probablemente, el cambio de la actitud social hacia esa imposición totalitaria seguirá un proceso similar al del tabaco.

-"¿Qué problema tiene usted con la música?". Ese argumento es tan absurdo como si en restaurante pidiera un plato de pescado y el camarero le preguntara: "¿Qué problema tiene usted con la carne?". Pero puede respondérsele de forma más rápida, diciendo: "¿Qué problema tiene usted contra el silencio?".

-"Sin música, esto parece un cementerio". Obviamente, eso no es más que una percepción muy particular. A los drogadictos, el mundo les parece extraño tal como es, cuando su percepción no está alterada por el consumo de su dosis. Al fumador, el aire puro le parece también "un cementerio", y necesitan "adornarlo" con humo. Cuando el cerebro se hace adicto a algún estímulo, sufre de "síndrome de abstinencia" si le falta. Incluso a las mujeres maltratadas el mundo les parece extraño sin su maltratador, según los expertos, y necesitan un tiempo para "desintoxicarse" de esa "adicción". Pero nadie puede imponer su adicción a los demás. En general, cuando alguien dice que un lugar parece un cementerio sin música, es porque no se involucra realmente en la actividad que desarrolla en él, y no genera en su cerebro las endorfinas pertinentes. Nadie se imagina, por ejemplo, a Nadia Comaneci entrenando con musiquilla de fondo para asombrar al mundo en las olimpiadas de Montreal´76. Tampoco ponen música en sus entrenamientos los equipos de fútbol: se toman su deporte en serio. Si alguien dice "Sin música, esto parece un cementerio", posiblemente lo que suceda es que su propio cerebro sea un "cementerio" y la ausencia de música sencillamente lo ponga de manifiesto. Un cerebro vacío debe llenarse de alguna manera, y una de ellas es el consumo ritual y pasivo de ruido musical. Para quien está centrado en lo que hace, la música que lo distrae es un "infierno" que no tiene por qué soportar, tal como se explicó en los apartados anteriores.